domingo, 11 de mayo de 2014

En honor a tu memoria, abuelo.






























"En la infinita lejanía de un atardecer, 
por allá en el interminable horizonte, 
ahí siempre te veré."
--------------------------------------------------------------------

   Esa imagen tiene ya sus años, se conserva casi acorde a la fecha que acontecerá en unas horas. Una imagen simple, quizá tonta para muchos, pero con un significado importante. Para mi, allí está plasmada una idea, una visión que los años no van a cambiar.

  Agradecimientos por supuesto a mi gran amigo Carlos Vallejo (mejor conocido como Charlie) quien hizo realidad los pensamientos idealistas que conservaba en mi mente, mi persona en la tierra, mi abuelo en el cielo, acompañado de un atardecer que para mi, significa mucho.

  Un poco conocido escritor llamado Charles W. Shedd dijo una vez: 

"Algunos de los mejores educadores del mundo, son los abuelos."
  Yo, yo le creo.

  Valfredo Alessandro Di Pasquale (Alfredo simplemente para sus conocidos) fue un gran hombre, siempre será lo primero en lo que voy a pensar.  Un ejemplo en perseguir, luchar y conquistar los sueños, donde rendirse no era una opción y el trabajo era una obligación para comerse entero el éxito.

  Alfredo nació en Italia por allá en 1939, en los tiempos difíciles donde la guerra tenía arropada al viejo continente. Los tiempos difíciles eran cotidianos y ahí no estaban planteados sus sueños, por lo que debido a sus deseos de surgir, puso en práctica un viaje, con mayoría de edad recién cumplida y una pequeña maleta se embarcó en una travesía única, donde fue a parar en el país tricolor, el de las oportunidades de los años 50, Venezuela.

  Con puro trabajo duro, complicado y doloroso, pero que traería ganancia y más ganancia. Alfredo tostó su piel con el inclemente sol, era obrero de construcción y fue escalando sus propios puestos gracias a sus habilidades visionarias para crear y hacer realidad edificaciones tan firmemente como cuando construía sus sueños. A partir de ahí, su historia sería sumar y sumar.

  De nada, empezó a tener poco, de poco consiguió mucho. Con ese mucho fue conociendo lugares, desde esos lugares conoció a su pareja. Con su pareja dio paso a crear una familia y en esa familia estarían dos hijos, un varón y una hembra, ésta última haría su vida al crecer y de ahí Alfredo conseguiría, lo que en sus propias palabras era "un tesoro", su nieto.

  Su nieto, era yo, Simón Alfredo León Di Pasquale.

  Nunca tendré palabras suficientes para expresar lo especial que era mi abuelo para mi, fue la primera persona en cargarme cuando nací, en pleno momento donde nadie sabía como rayos se cargaba un bebé, él simplemente lo hizo de manera espontánea, me relatan siempre.

  Los sábados eran sagrados, visitar a mis abuelos era una ley personal, compartir con mi abuelo Alfredo era algo esencial para nutrir mis semanas, mi infancia, eran buenos tiempos.

  Recuerdos poseo muchos, todos los paseos al Centro Lido en Chacaíto a tomar café y conversar en el camino, deleitarme con sus pastas, sus tortillas, su pescado frito y demás platillos que solamente él sabía hacer; ver la final del Mundial del 2006 (el último Mundial que presenció) y observar su sonrisa de oreja a oreja cuando Italia ganó. Pero eso si, lo más inolvidable será que mi abuelo me llevó a Italia en el año 2003, donde nutrió mucho más ese sentimiento y amor que le tenía a un país que hoy siento como si fuera mío, como una segunda casa. Hoy en día mi amor por Italia y por mi abuelo van en conjunto, una de mis promesas pendientes es plasmar ese símbolo en mi piel con tinta, esperemos pueda lograrlo pronto.



  Mi abuelo logró todo lo que quiso, todo lo que se propuso. Sin embargo, se le escapó un logro, un logro vital, un logro con el que la mayoría nacemos y mantenemos en buena parte de nuestra vida, pero que a veces, simplemente se degrada... El logro de la buena salud.

  No era un hombre perfecto, a pesar de que a veces lo pinto como tal. Le gustaba fumar, mucho... Con los años, eso afectó y culminó en un cáncer. La enfermedad no la tuvo fácil, se encontró con un hombre que amaba la vida, la amaba tanto, que temía perderla, además que nunca había final para sus sueños, para sus proyectos, tenía muchos todavía y rasgaría hasta el último centímetro de vida con las uñas, así lo hizo siempre y por eso se ganó por mi el apodo de "Cuore di Guerriero", que en italiano quiere decir "Corazón de guerrero".

  Lamentablemente, una mañana de mayo simplemente se apagó, a sus 75 años se tuvo que ir. Con él, se fue un pedazo de mi vida, de mi alma, de mi felicidad. Mi mundo se derrumbó, yo tan solo tenía 14 años y hoy cuando reviso al pasado, siento que no pude compartir tanto como realmente yo hubiera deseado.

  Eso ocurrió el 12 de mayo de 2009, el peor año de mi vida, dentro de unas horas desde que escribo esta entrada, se cumplirán cinco años de ese acontecimiento que estoy condenado a sobrellevar.  Una lágrima espinada está latente en mi corazón, estoy incapacitado de recordar a mi abuelo sin sentirme melancólico.

  Un futuro puro arrebatado por un destino injusto, miro alrededor y no lo encuentro, algo de mi sin duda partió en el momento que se fue. Sin embargo, como dice la canción "Ángel" de Nach, "en mi melancolía fría, hoy le cuento al mundo que exististe un día."

  Y si, mi abuelo es uno de esos millones de seres humanos anónimos, pero espléndidos y magníficos, un paladín de honor, un grande que pisó la superficie terrestre, que a pesar de que la historia no va a recordar, yo de principio a fin de mi existir haré de su recuerdo un hecho majestuoso.

  Aprendí ser constante, tener coraje, que el trabajo duro y constante es esencial para lograr nuestros sueños, pero que por supuesto, jamás se debe dejar de soñar.

  Abuelo, yo sé, que eres parte de mi, me enseñaste que perder la forma es perder la razón y que sin la razón no hay ideas, sin ideas no hay sueños y sin sueños no eres feliz.

  Hoy yo tengo muchos sueños, aunque no soy tan emprendedor como mi abuelo, es más, estoy a años luz de igualarlo en toda mi vida, pero yo sé que él, esté donde esté, quiere que yo haga lo que me gusta, que mis sueños sean una realidad forjada con trabajo duro, porque rendirse no es una opción.

  Siempre encontraré significado de lo que fuiste, pero jamás voy a comprender lo rápido que partiste. 

  Mis hijos y sobretodo mis nietos sabrán quien fue Alfredo, el hombre más maravilloso que me acompañó catorce años de mi vida, tan solo un ratico, pero que hizo cada día de esos catorce años, días felices.

  Sabrán todos como se hacía la pasta de aceite y ajo de mi abuelo, se enterarán de como era su risa y de sus ojos verde acaramelado, sus enseñanzas serán la predicación de nuestro hogar. Se enterarán ante todo... El gran corazón que tenía, un corazón de guerrero.

  A cinco años de tu partida... Te sigo echando muchísimo de menos, abuelo mío.

"In loving memory"

El orgullo más grande de mi vida, es haber sido tu nieto.

¡Gracias totales por absolutamente todo, abuelo! 

Te amo.

Dew.

1 comentario:

  1. Te haría una crítica compleja, pero me entró el pique porque escribes mejor que yo. Un abuelo así no es fácil ignorar en vida, entonces; cuán tristemente notoria para el pecho no sera su partida. Viajes, la relación entre cercanía y lejanía de hogar (sea cuál sea) y la idea de afianzar vínculos con el pasado, parecen ser parte de nuestra venezolanidad present, sin embargo, esa frecura como nación que combina lo viejo y lo nuevo a conveniencia, me parece que siempre está presente.
    Es como un dualismo en nuestra identidad, que nos complementa y enrriquece.
    Justo como una buena charla con los abuelos.
    Besos, Z.

    ResponderEliminar